Friday, May 17, 2013

Trying


My heart does this stupid, senseless thing every time i see you. It's the first time in my life I've been this brokenhearted. My brain has no idea how to deal with it. But i'm trying, give me some credit.
- Lux

Wednesday, April 10, 2013

Heartache

I know in my heart why you let me go. And you were right to do so. Because I lost my way, and there was no way you could know if I would ever find it back.
This is entirely my fault. Weakness is also a sin.
I know there will come a day when I will figure out who I really am, what I stand for, what I love and what my treasures are.
Until that day, I surely don't deserve someone like you.
I know I lost my shot with you for good. I held onto hope for much longer than I ever should have. But I hope, come the day when I can call myself pure again, someone as wholesome and honorable as yourself will come by and cherish me.
Until then, my unrequited love will reside in the memory of you.
- Lux

Monday, April 8, 2013

Cuento sin título


Lucy dice: ¿Qué hora es, las 10 o las 11?
Ricardo dice: Ja ja. Las 10:25 de la mañana.
Lucy dice: ¿Entonces se adelantó sólo mi reloj?
Ricardo dice: Sí, se adelanta sólo en el cambio de horario.
Lucy dice: Genial. Entonces me voy a dormir otro rato.

Ricardo dice: ¿Sigues dormida?

En eso desperté. Miré al reloj en la pantalla. Eran las 10 de la noche.

Lucy dice: Me despertó tu mensaje… ¿Pero cómo dormí tanto?
Ricardo dice: ¿En serio? ¿Estás dormida desde que hablamos en la mañana?

No tenía sentido.

Lucy dice: Súper raro… Pero con razón tengo tanta sed. Lo peor es que mañana trabajo temprano, así que prácticamente ya me tendría que ir a dormir. Voy a cenar y de regreso a la cama…

A pesar de haber dormido el día entero, no batalló para conciliar el sueño de nuevo. Eso era bueno.

Ricardo dice: Hola.

Abrí los ojos.

Lucy dice: ¡Madres! ¿Qué hora es?
Ricardo dice: Las 9 de la noche.
Lucy dice: … ¿De qué día?
Ricardo dice: Um, es martes.
Lucy dice: ¡¿Qué?! ¿Cómo que martes? No fui a trabajar… ¿DOS DÍAS?
Ricardo dice: No entiendo. ¿Por qué?
Lucy dice: ¡Pues me acabo de levantar! Desde que hablamos el domingo en la noche. Me despertó tu mensaje.
Ricardo dice: ¿Es en serio? Wow. Deberías ir a checarte… ¿Cómo duermes dos días seguidos?
Lucy dice: Está rarísimo. Me siento bien desorientada. Voy a ir con el doctor, pero ahora hasta mañana… No puedo creer que son las 9 de la noche… ¡del martes!

Ricardo dice: ¿Ya fuiste con el doctor?
Lucy dice: Hola. No, me acaba de despertar tu mensaje. ¡Gracias! Ahora mismo salgo para allá. Voy a llamar al trabajo para disculparme por los dos días que me he volado sin intención y porque hoy tampoco voy. Qué pena.
Ricardo dice: ¡Suerte! Me avisas qué te dicen.

El doctor me hizo la revisión de rutina. Me acostó en la camilla de metal, me tomó la temperatura, la presión. Escuchó mi corazón y mi estómago. Me revisó las pupilas con una lamparita y me hizo algunas preguntas. Finalmente me dijo que no parecía tener nada, pero que si quería, podía mandarme hacer algunos estudios. En realidad estaba un poco decepcionada, quería que me dijera “¡Ah! Este es el problema. Tómate esto y vas a estar como nueva.” Odio cuando hay que mandar hacer estudios. Pero acepté, pues a final de cuentas no era posible que esto fuera normal.
Ya con la consulta médica como arma, llamé al trabajo. Le expliqué a mi jefe exactamente lo que había pasado: me fui a dormir el domingo y desperté hasta esta mañana. Y eso después de haber dormido todo el domingo y haberme perdido la pedaleada del medio día. Le expliqué que me iban a hacer más estudios porque “el caso era complicado”. Después de la ligera dramatización de mi estado de salud, concluí asegurándole que mañana iría a trabajar sin falta.

Lucy dice: Pues no sé si me creyó, pero ni modo. Me siento muy llena, creo que comí demás, pero es que tenía el hambre acumulada. Ya me voy a acostar… aunque honestamente me da miedo volver a quedarme dormida mañana.
Ricardo dice: ¿Quieres que te mensajee mañana a alguna hora, por si te quedaste dormida?
Lucy dice: Sí, por favor. Voy a poner mi alarma a las 7. Si no te mensajeo es que no me desperté. En ese caso, ¿me mandas tú un mensaje a las 7:30?
Ricardo dice: O.K.

A la mañana siguiente…

Ricardo dice: ¿Despertaste?

Escuché el sonido del chat. “Ricardo dice: ¿Despertaste?” La esquina de mi pantalla decía 7:31 a.m. Se me agitó el corazón. La alarma estaba puesta.

Lucy dice: ¡No puede ser! ¿Qué me pasa? Sólo despierto cuando escucho tus mensajes. No escuché la alarma.

¿Es en serio esto? ¿Cómo que no se despierta a menos que yo le escriba? ¿Será posible que de algún modo tenga poder sobre su sueño? Vamos a ver…

Ricardo dice: Bueno, no te preocupes. Ya te levantaste, ¿no? Mejor vete al trabajo.

Esa noche Lucy no quería dormirse. Abrió una ventana de chat.

Lucy dice: ¿Estás allí?

Ricardo no respondió. Lucy esperó.

Lucy dice: Bueno… Supongo que ya me voy a dormir…

Se acostó en la cama. Estaba inquieta. Tomó un libro de su mesa de noche y lo abrió. Trató de leer. Leyó el primer párrafo pero no entendió nada. Lo volvió a leer, esta vez tratando con especial esmero de prestar atención a cada línea. Finalmente pudo concentrarse y leyó dos páginas. Y entonces empezó a sentir sueño. “No me quiero dormir…” pensó angustiada.
Volvió a abrir la pantalla de su computadora portátil. Buscó una película en línea y la vio acostada. Se le cerraban los ojos, pero el miedo la mantenía despierta. Se acabó la película y Lucy se levantó por un vaso de agua. Bebió un par de tragos y se acostó de nuevo. “No me quiero dormir. No me quiero dormir…” Pero sí se durmió.

En su sueño, escuchó la alarma del despertador. Se levantó amodorrada, se arregló y se fue al trabajo. Fue un día perfectamente normal. Llegó a casa y se sentó frente a la computadora. Habló con Ricardo. Le contó que hoy sí se pudo levantar. A él le dio gusto. De seguro sólo había estado muy cansada, pero ya estaba mejor.

Ricardo dice: Hola.

De pronto, despertó.

Lucy dice: No, no, no… ¿Qué día es?
Ricardo dice: ¿Te desperté?
Lucy dice: ¡Sí!
Ricardo dice: Lucy, perdóname. No te había querido escribir. Quería ver si realmente sólo despertabas si yo te hablaba. Esperaba que hubiera sido una coincidencia, pero no me hablaste… Hace tres días que hablamos por última vez… Lucy, creo que sí controlo cuándo despiertas.

Lucy sintió un dolor en el pecho. Se le arrugó la frente y los ojos se le aguaron.

Lucy dice: ¡¿Por qué?! ¿Quién eres?
Ricardo dice: ¿Cómo que quién soy? Soy Ricardo, soy una persona cualquiera. Nunca me había pasado esto.
Lucy dice: ¿Estás seguro? Me estás dando miedo. Me siento muy mal… Necesito comer algo.

“Tiene poderes, algo sobrenatural.” Lucy pensó que nunca debió agregarlo a Facebook. Decidió que no quería hablar más con él.
“¿Cómo pasó esto? Me está mintiendo. Está fingiendo que se la pasó dormida. Me quiere asustar.” Ricardo decidió que no quería hablar más con ella.
Era de noche una vez más. Lucy estaba en la cama, no se quería dormir.
Ricardo pensaba “¿Y si es cierto? ¿Y si nunca vuelve a despertar porque yo ya no le hablé? ¿Y si la mato?”

Ricardo dice: ¿Qué quieres hacer?
Simultáneamente-  Lucy dice: No sé qué hacer.
Ricardo dice: No estás jugando, ¿verdad? Porque si era una broma, ya caí. Ya puedes decirme y terminarla.

Lucy lloraba de nuevo.

Lucy dice: Quisiera que lo fuera… Se siente como una pesadilla.
Ricardo dice: ¿Quieres despertar de la pesadilla? ¿Quieres que desaparezca?
Lucy dice: Sí.

Él también quería que ella desapareciera.

Lucy se fue a dormir. “Si no despierto, ni modo. De cualquier forma no me voy a dar cuenta.”
Ha pasado una semana. No he sabido nada de Lucy. No me ha escrito, y yo prometí desaparecer. No puedo escribirle.
Pasó otra semana.

Ricardo dice: ¿Estás allí?

Lucy no contestó.

FIN

- Lux

Sunday, April 7, 2013

Now what?!

Antes quería quedar bien con Dios, su opinión era la única que me importaba, y estaba dispuesta a quedarme sin amigos ni ambiciones, ni siquiera hobbies por obedecer sus leyes. Creía que de cualquier forma ya tendría toda la eternidad en el paraíso para complacerme a mí misma. Pero la carga fue demasiada para mí y decidí que prefería vivir unos cuantos años en este mundo para mí misma, aunque perdiera el paraíso. Luego me di cuenta de que el paraíso era una fantasía, y me alegré de haber decidido olvidarme de Dios y de su voluntad imposible de cumplir.
Pero ahora me doy cuenta de que en los 2 años que llevo de estar experimentando con una vida sin ley, sin destino, sin objetivo, sin límites, sin guía ni consistencia, en realidad no he hecho nada fundamentalmente diferente de lo que venía haciendo: trataba de complacer a un ente divino que admiraba, y ahora trato de complacer a toda la gente que admiro de algún modo. Complacer a mis padres, complacer a mi pareja mientras tuve una, complacer a mi jefe, complacer a la gente que considero mis amigos, complacer a los que esperan algo de mí, complacer a los amigos de otros para ser aceptada, complacer hasta a mis perros... ¿pero por qué no complacerme a mí misma? Si ese era todo el punto de mandar a la fregada los deseos de un dios tirano: no tener que complacer a nadie mas que a mí misma. Pues la respuesta es muy sencilla: siempre sé o creo saber lo que los demás esperan de mi, pero no tengo idea de lo que yo espero de mí misma. Sé bien lo que los demás quieren, pero no sé lo que yo quiero.
Y peor aún, ni siquiera sé cómo averiguarlo.
¿De qué se trata la vida? De ser feliz. ¿Qué debo hacer con mi vida? Lo que sea que me haga feliz. Perseguir mis sueños. Seguir mi pasión. Pero ¿qué si no tengo sueños? ¿Qué si no tengo idea de cuál es mi pasión o mi talento?
Por algún tiempo me contente con decirme a mí misma que mi meta en la vida era "ser feliz", y sentía que ese era plan suficiente. Pero no lo es. Porque la felicidad es un objetivo demasiado complejo, es el resultado de un equilibrio tan intrincado que no estoy pudiendo descifrarlo. Y por lo tanto, no puedo ponerme metas ni estructurar mi camino hacia él.
Necesito un objetivo. Necesito ambiciones. Necesito saber lo que quiero.
Cuando era Testigo de Jehová, pensaba que si no lo fuera, me contentaría con experimentar con drogas, con sexo, con viajes y con rodearme de hippies. En otro plano, pensaba que me encantaría aprender a tocar un instrumento, aprender a bailar, aprender a nadar y a cocinar. Pero ahora que no lo soy y que puedo hacer todas esas cosas, me doy cuenta de que las drogas son o entretenimiento esporádico, o un vicio físicamente insustentable. El sexo siempre es un problema: tener demasiado, tener muy poco, tenerlo con una sola persona o con muchas, tenerlo con amor o sólo con lujuria... siempre termina siendo doloroso y destructivo. Los viajes son agridulces: viajar unas vacaciones es divertido, pero efímero y cansado; y mudarse a un lugar nuevo para iniciar una vida nueva es interesante pero estresante y a veces solitario. Y los hippies... probablemente hayan sido la mayor de mis decepciones, porque son la suma de las anteriores tres y nada más.
En cuanto a dedicarme a aprender cosas, también lo he intentado, pero invariablemente me ha sucedido que después de un par de clases pierde la novedad y entonces pierdo la motivación de seguirlo haciendo. No he encontrado la manera de ser constante.
¿Entonces qué? Entonces es momento de volver a pensar, ¿qué demonios quiero? ¿Quién soy? ¿Hacia dónde quiero ir ahora y por qué? Me siento como cuando acababa de salir de la prepa y pensaba, ¿ahora qué? La diferencia era que todas las opciones parecían buenas porque no conocía nada, y ahora todas las opciones parecen malas porque he probado todo lo que se me ocurre.
Eso último que he dicho es patético, absolutamente patético. ¿En serio eso es todo lo que se me ocurre? Ya no sé qué experimento sigue. Puedo hacer lo que se me dé la gana en la vida, y no se me ocurre nada. Demonios, debo ser la persona más estúpida que conozco....
- Lux

Tuesday, April 2, 2013

Libros peligrosos?


Por Facebook me enteré de que hoy es el Día Internacional del Libro Infantil. Y muy convenientemente, hace un par de semanas me admití a mí misma que adoro los libros para niños y que quiero empezar una colección, así que me emocionó ver que hasta tienen su propio día.
Entre los posts que había en mi feed al respecto, había por supuesto uno que preguntaba "¿Cuál es su libro infantil favorito?" Supongo que la mayoría de los adultos no tendrían idea, y tampoco les importaría. Pero yo, sintiéndome aludida, me alboroté y empecé a teclear mi respuesta: “El oso que no lo era”.

Justo antes de darle Enter a mi aportación de entusiasta, pensé: “Pero ese libro está bastante deprimente. ¿Realmente es mi favorito?" Así que mejor recorrí mentalmente la lista de títulos que recuerdo haber disfrutado especialmente de niña, para ver si había uno más satisfactoriamente posteable. Y estas resultaron ser mis opciones:
 

Fue allí cuando me vino la siguiente fea revelación: la mayoría de los libros que recuerdo con cariño son libros de contenido densamente depresivo. Y peor aún: ¿tendría eso algo que ver con el hecho de que yo haya padecido depresión desde los 8 años?
Siempre he asumido que, a pesar de haber nacido en una familia con un papá y una mamá que se quieren, con 3 hermanos fantásticos, con una casa y juguetes y todo lo demás que un niño ama; mi genética me predestinó a tender al abatimiento. Pero hoy por primera vez se me ocurrió preguntarme si cabría la posibilidad de que fueran influencias externas las que me volvieran así. Influencias disfrazadas de algo tan intrínsecamente bueno: ¡de libros!
Como maestra de niños y madre en potencia, esta sí que es una teoría alarmante. (Y de eso quiero hablar, dejando para otra ocasión la magnífica implicación de que mi depresión sea un comportamiento aprendido y alimentado, pero por lo tanto, reversible.)
Ahora bien, entiendo que todos esos libros sobre huérfanos, niños desadaptados, niños que mueren prematuramente o cuyos seres queridos mueren inesperadamente, y sobre toda otra clase de situaciones trágicas y frustrantes llevan la intención de que aquellos niños del mundo real que pasan por situaciones similares se sientan comprendidos y sepan que pueden ser felices a pesar de todo. ¿Pero qué hay de los niños cuyas vidas son perfectamente funcionales y que desarrollan una fascinación con las historias traumáticas por resultarles tan “exóticas”?
Hace poco leí que la familiaridad genera afinidad. Así que pienso que, mientras más historias terribles leí, más me encariñé con los pensamientos terribles. Lo cual embona perfectamente con el hecho de que mis cuadernos de la primaria estuvieran cubiertos de pequeños cuentos trágicos de mi autoría. Como mi famoso cuento en el que todos los personajes principales se mueren en algún punto (mi favorito de entre mis propias creaciones de esa época). O con el hecho de que en la secundaria, cuando me brotó el gusto por la poesía, mi poema predilecto fuera "Para entonces" de Manuel Gutiérrez Nájera, que comienza con las palabras "Quiero morir." O que en la prepa, mis “milestones” fueran "Las desventuras del joven Werther" y “Los Miserables”.

Sea mi teoría real o no, he concluido que los niños no necesitan que se les enfrente con situaciones ficticias de tragedia porque “así es el mundo real al que se van a enfrentar”. Todo lo contrario. Los niños necesitan que se les nutra vastamente con narraciones creativas de alegría, de trabajo colectivo, de novedad positiva, de situaciones divertidas y satisfactorias que les despierten el apetito por más alimento de ese tipo. Para que tengan la inteligencia y fortaleza emocional para lidiar con el mundo real cuando tengan que. Para que amen la felicidad y se la propicien.
Así que ahora estoy todavía más emocionada con comenzar mi colección de libros infantiles, porque ahora sé exactamente el tipo de libros que quiero incluir. Y porque ahora tengo una misión: encontrar mi nuevo libro infantil favorito; el que pueda postear con convicción el próximo 2 de abril.
- Lux

Saturday, March 16, 2013

Desazón. Parte 2.


En mi escrito anterior hablé de los motivos por los que súbitamente dejaron de interesarme causas como el ambientalismo, los derechos humanos, los derechos de los animales y las luchas políticas. Y en general, de las razones por las que caí en un estado de "desinspiración" absoluta, apatía y hasta un poco de enojo con la vida.
Esta es la continuación de ese escrito.
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Enervada por un sentimiento exacerbado de egoísmo, empecé a sentir las punzadas en mi conciencia. Esa implacable conciencia que me vuelve loca más de lo que me ayuda. Y especialmente me enloquece cuando tiene razón. En esta ocasión, sin duda la tenía.
¿Realmente puedes ignorar sin más el clamor de injusticia que ahoga al mundo? ¿Qué motiva a la gente que "perdió el tiempo" luchando por La Pastora a pelear ahora por el Parque Fundidora? ¿Acaso no se dan cuenta de que su aportación es efímera como su propia vida? ¿O sustentados en qué, creen que no lo es? ¿Acaso esta batalla es distinta a todas las anteriores? ¿Acaso algunas batallas sí pueden ser ganadas?
Poco a poco, de debajo del descomunal peso de mi egoísmo, fueron brotando tímidos tallitos de razón. Hasta que la gran pregunta cuya respuesta solucionaría todas mis dudas encontró la superficie: ¿Qué me motivaba en el pasado a luchar? ¿Qué fue lo que me convenció de aferrarme a las tantas causas que en otro momento de mi vida creí?
Y masqué la pregunta durante horas, días... apelando a los recuerdos de aquellas luchas. Haciendo a un lado las acusaciones, las exigencias, los ánimos acalorados y la inercia de las masas; para descubrir la raíz de nuestras intenciones. ¿Por qué valía la pena luchar?
Yo no sé lo que buscaba el resto de la gente. No sé si estaban allí por casualidad, por moda, por algún grado de empatía por la causa, o porque honestamente creían que con esa marcha o esa firma iba a cambiar nuestro destino inmediato. Pero hubo un recuerdo que finalmente me hizo dar en el blanco de mis propias motivaciones.
Una tarde, después de asistir a una obra de teatro interactivo en el centro histórico de Puebla, Carlos y yo caminábamos a paso despreocupado hacia nuestro pequeño departamento. La obra abordaba el tema del abuso hacia las mujeres, a través de la experiencia de un par de niñas de secundaria, cuya mejor amiga es seducida engañosamente por un hombre mayor. El auditorio discute las maneras en que el desastre que le sobreviene pudo hacer sido evitado, y voluntarios de entre los espectadores toman el rol de alguno de los personajes en una improvisación con el fin de cambiar el desenlace.
La experiencia de actuar por primera vez en la vida, junto con la profunda convicción que me motivó a ofrecerme como voluntaria frente a todo un auditorio de "ciudadanos involucrados" me llevaba con la mente muy aguzada, y me explayaba, ahora sólo ante los oídos de Carlos, sobre lo importante que es nuestra contribución para el futuro de la sociedad y el mundo.
"Es tal como pasó con los gays. Un día era indiscutiblemente reprobable ser gay. Y muchos gays murieron luchando por sus derechos; aparentemente en vano. Pero gracias a que a través de las generaciones siempre hubo gente dispuesta a luchar, ahora lo reprobable es criticar o discriminar a los gays.
El efecto es acumulativo a través del tiempo.
Así que si hoy nosotros luchamos por un cambio, aunque muramos sin verlo suceder, la lucha de nuestra vida se suma a la lucha de la vida de los que vengan y un día alcanzaremos la victoria."
Casi se me saltan las lágrimas cuando mi mente me otorgó el recuerdo de mis propias palabras de sabiduría. Y no solo eso; hoy puedo elaborar un poco más sobre ellas:
Por algún tiempo defendí la noción evolutiva de que únicamente prevalecen en el tiempo las tendencias que van en pro de la supervivencia de la especie. Además, solo los más fuertes de entre estos logran conservar su lugar. Y bajo ese razonamiento, creer que un día toda la gente va a respetar a los animales y volverse vegetariana era insustentable. Entonces pensé: ¿Pará qué me esfuerzo, si la carne que yo no me coma no va a salvar a ningún número significativo de animales de granja de su destino en los anaqueles de supermercado? Pero entonces vinieron los gays al rescate de nuevo.
Ser gay podría considerarse bastante “contraevolutivo”. Los gays no pueden procrear, por lo que más parejas gays significa menos parejas heterosexuales y por lo tanto, menos humanos nuevos. (Sin mencionar las enfermedades de transmisión sexual mortales que proliferan en el mundo homosexual.) Así que ¿por qué prevalecería ese estilo de vida en la cultura? Evolutivamente hablando, tendría que tender a desaparecer. Y sin embargo, lo contrario es cierto. ¿Qué significa eso?...
Así comprendí que la humanidad, a tumbos y muy despacito, va encontrando el camino correcto. PERO SOLO SI UN GRUPO CADA VEZ MÁS NUTRIDO DE INDIVIDUOS A TRAVÉS DE LA HISTORIA CONSERVAN LA ESPERANZA Y DECIDEN LUCHAR.
Y así volví a creer.
- Lucy

Thursday, March 14, 2013

Be Lucy

As a result of reading the chapter on leisure of "The Happiness Project" by Gretchen Rubin, I started on a list of the things that I really, truly enjoy doing.
This is a subject I have been deeply interested in after my last big breakup, because the reason why our relationship failed after two good years was that neither of us was having enough fun anymore.
For many months after our separation it seemed to me like "fun" or the lack of it was not a good enough reason to end a relationship that seemed otherwise fine. Shouldn't more important things weigh in favor of fighting for it? But today it finally dawned on me what the real issue here was.
Leisure activities are a major component of a person's perception of their own happiness. In other words, if you have fun, you're happy. If you don't, you're... well, less happy. And as it turns out, we were sabotaging each other's leisure activities, and therefore, each other's happiness.
Say it was a Friday night. If I was to choose, I loved to have a nice, calm conversation on an outdoors coffee shop, with our dog Princess dozing off under the table. But he, in turn, would much rather be enjoying some good music at a party with friends, with a cold beer in hand and perhaps getting comfortably high on something new.
It's not like he hated coffee or I hated parties, but we certainly would have more fun if we could have it our way.
But that was something I already knew. I had already realized we liked very different things, and wished we could get more of what we liked. Little by little, I had noticed we were essentially very different people, and the people we each befriended were nothing like each other. So the real question in my mind started to be: How was is that, being so different, we happened to fall in love in the first place?
Now that was a question I really wanted the answer to. I wasn't trying to dig into the past with the intention of bringing it back. I knew that was not going to happen. The reason why I wanted to find out why we fell in love was in order to figure out how it is I fall in love at all. Because I have a seriously hard time falling in love, even with people who are a lot like me. So if I could figure out what it was that made me fall for him, I could, perhaps, discover a formula to find love again.
And that was the real epiphany of my whole exercise with the list of things I really enjoy doing: I finally realized that the reason why I fell in love with that boy was because we did so very many of the things on my list at the beginning of our relationship. This means I was having fun all the time, which made me happy. And so, my brain interpreted his presence as a powerful source of happiness, making me instantly crazy about him.
Now take a look at the things on my list that I coincidentally did with him:
  • skating
  • reading
  • biking
  • walking the dog
  • hula hooping
  • conversing
  • going to concerts / free dancing
  • art cinema
  • dating
  • seeing strange people
  • sewing projects
  • interior design
  • moving to a different place
  • conferences
  • pool (billiards)
  • grocery shopping
I can think of very specific moments in our life together when we did these things, and I remember being absolutely thrilled during every one of them. 
The problem is that I'm pretty sure most of these are NOT what he would put on HIS list of things that he enjoys. (Why the beginning of our relationship was filled with them then, that I don't know.)
And to top things off, the things I am possitive he WOULD include are the ones I put on a separate list called: "Things I wish I liked" and ultimately, "Things people find fun and I don't".

So I concluded that:
1) "Fun" and the lack of it seem like a very reasonable reason to end a relationship.
2) Sharing a true passion for the same kind of activities seems like a better start for a future relationship.
3) On her book, Gretchen Rubin frequently repeats the first of her 12 commandments: Be Gretchen. And today, after so many years of staring at the obvious, I decided to finally "Be Lucy".

- Lucy